sábado, 4 de noviembre de 2017

El paraiso

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Corrí las cortinas de la ventana de mi habitación y me quede observando, tenía una hermosa vista. El mar estaba quieto, estaba expectante, las olas eran leves, sabían y bajaban, luego volvían a la orilla como aquel perro que buscaba a su dueño y después se iba, en busca de una nueva aventura. Por la arena caminaba mi esposa Lucia. Lucy le decía yo. A la distancia le gritaba a Rocio, nuestra hija, cinco años tenía. Ella le indicaba hasta donde tenia que acercarse.
La casa la eligió ella, se enamoró instantáneamente de la vista. ¿Quién nunca soñó con vivir en la playa? A veces los sueños se cumplen, estar lejos de la gran ciudad era un privilegio, el ruido de los autos, las discusiones en la calle, el colegio de la nena, el trabajo, el estrés de todos los días y la maldita rutina. En cambio acá, era diferente. Mi despertador eran las olas, el olor de la arena y la vista, la inmensa vista, una hermosa y necesaria vista.Mucha gente me admiraba, los comentarios que recibía a menudo eran: “lo tenes todo”, “una mujer hermosa”, “un buen trabaja”, “sos millonario”, “una casa en la playa”, “un gran auto”, “lo tenes todo”. Ese último comentario resonaba en mi cabeza, ¿todo?, ¿Qué sería todo? Y la respuesta que recibía: “tenes plata, podes conseguir todo”. Pero existe un viejo dicho, puede resultar trillado, pero era la verdad: “ la plata no hace la felicidad”. Puedo tener mucha plata en el banco, pero…¿puedo tener la misma cantidad de felicidad?
Todo lo que tengo es porque lo soñé, una noche soñé que sería empresario y lo cumplí. Una noche soñé que invitaba a cenar a Lucy y le declaraba todo mi amor, y lo cumplí. Una noche soñé que con Lucy formábamos una familia y lo cumplí. Todo lo que soñé, todo lo que me propuse, lo cumplí. Quizás solo fue suerte.
Uno que mira desde afuera, puede pensar que soy el hombre mas feliz del mundo, mucha gente querría estar en mi lugar. Creo que disfrutaba mas de ver feliz a los que me rodeaban, pero yo no disfrutaba.
Cerré la cortina, fui al baño, abrí la canilla y espere que se llene la tina, solo quería acostarme en el agua y relajarme. La tina se lleno al tope, cerré la canilla y solo entré, volqué un poco de agua, Lucy se iba a enojar. Apoye mi cabeza en el respaldo y me dejé invadir por mi cerebro, por mis pensamientos. Fue una ducha extremadamente relajante, salí de la tina, agarré la toalla y me sequé. Fui caminando por la habitación y me acerqué a la ventana, corrí la cortina y me quede observando, ella estaba ahí. A pesar de que estaba lejos, la reconocí rápidamente, la reconocería entre un pueblo entero, a pesar de que tenga pocos recuerdos de ella.
Ya pasaron 34 años, no 35. La ultima vez que la vi, fue cuando tenía cinco años, la misma edad que ahora tiene Rocio. Estaba parada en la arena, estaba mirándome, estaba esperándome, estaba exactamente igual que la última vez que la vi. Su pelo oscuro con rulos, sus ojos celestes como el color del mar, sus pantalones Oxford y su remera negra.
Tenía una mezcla de sensaciones, estaba muy feliz, como no había estado en años, pero tenía miedo. Tenía miedo de que no me reconociera, tenía miedo de que se vaya, tenía miedo de no volverla a ver. Solo quería abrazarla. Mi hija se me acercó, me tomó de la mano, me miró y asintió con su cabecita, con sus ojos me dijo que lo haga. Ella me entendió y me comprendió, me agache, le di un abrazo y abrí la puerta, respiré profundo y me lancé a caminar. El sol me acompañó a mis espaldas.Ella seguía parada, mis lágrimas comenzaron a mojar la arena, no aguanté más y comencé a correr. Ella estaba sonriente, solo abrió sus brazos y nos fundimos en un cálido y necesario abrazo, toda de esa tristeza de aquella fatídica noche, se posó en una orilla y una ola se la llevó. Hoy era realmente feliz, después de muchos años volví a ser feliz. En sus brazos me sentía único, no pedía nada mas, solo abrazar a mi vieja, era lo único que quería. Estar con ella era como estar en el paraíso.

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