miércoles, 17 de enero de 2018

El hombre sin rostro


Siempre estaba enojado. Su ceño fruncido, su boca cerrada y su mal humor presente. Su cigarrillo en la noche, su silencio permanente y su pestañeo constante. Su mirada perdida, el cansancio de sus hombres, su segundo cigarrillo y esos lentes grandes en sus ojos. 
A la mañana leía el diario, renegaba sobre la política, tenía sus propias convicciones y luchaba contra los poderosos, la equidad era su principal convicción. Su frase de cabecera era: "Ojala cuando seas grandes, todos ganemos lo mismo y no haya diferencia". Mas que un pensamiento era una expresion de deseo personal. 
Por la tarde nunca lo veíamos, trabajaba todo el día en la fábrica y nosotros íbamos a la escuela, los cuatro hermanos. 
Por la noche cenaba con nosotros, solo lo atendíamos, tratábamos de que no le faltara absolutamente nada. Su silencio se hacía presente. Cada vez que esbozaba un sonido era para darnos una indicación o para discutir con mamá. Luego de comer se iba a ver la tele, a veces miraba un partido, a veces una película rusa o una película antigua. Siempre acompañado de un whiskey o un Cinzano, cuando cobraba se compraba un vino, uno de los buenos, de esos que tomaba en las fiestas del patrón. Luego era el turno del tercer cigarrillo. 
Ese pasillo era el escenario de la pelea, los gritos se imponían y la discusión era cada vez más fuerte. Mamá le reclamaba por la plata. Nunca alcanzaba, el alquiler, la ropa y la comida, no era fácil mantenernos a todos, éramos seis. Los cigarrillos pisados quedaban en el suelo, los empujones comenzaban a aparecer, acompañados de varios golpes. Como aquellos sábados a la noche, cuando se sentaba frente al televisor a mirar, las largas veladas de box. 
Después de terminar de discutir, se iba y por horas no volvía. Mamá entraba, se sentaba y se ponía hielo, trataba de curarse las heridas. Siempre quería ayudarlea pero ella me decía que no con la cabeza, me abrazaba y me pedía que me quedara con mis hermanos. Solo cerraba la puerta, trataba de hacerlos reír y después les contaba un cuento, solos se iban quedando dormidos. Esperaba unos segundos y después los tapaba, eran tres en la cama. Yo me acostaba en el piso, agarraba mi carpeta y comenzaba a estudiar, en esos momentos volvía el. El alcohol se apoderaba de su cuerpo, siempre volvía borracho y siempre con el mismo discurso, intentaba demostrar lo arrepentido que estaba, lo mucho que la amaba y que sería la última vez, ahí comenzaba un nuevo round. Pero mamá con su varita mágica siempre le concebía sus pedidos, se acostaban juntos y volvía todo a la normalidad. 
Muchas veces le pregunte a mi mamá porque seguía con él, porque seguía soportando sus golpes, porque no se iba de una vez por todas. Ella, primero me contesto que lo amaba y después me conto su historia, la historia de mi papá, una historia que desconocía. 
Cuando él era chiquito sufrió demasiado, su padre lo golpeaba todos los días sin importar el motivo, solo lo golpeaba. Lo hacía como si fuera un deporte. Su mamá falleció cuando él tenía nueve años y los golpes se hicieron más fuertes y más salvajes, como si su tristeza la descargaba golpeándolo. 
No puedo dejarlo, es el amor de mi vida. Quisiera que las cosas fueran distintas, pero con el tiempo comprendí que no puede cambiar, lo lleva impregnado en su cuerpo, en su mente, es todo lo que vivió. 
Me acuerdo cuando nos conocimos, siempre con su cara de enojado, su rostro de preocupación y su ceño fruncido. Era hermoso ver las pocas veces que me regalaba su sonrisa, su sonrisa inocente, sus hoyitos a los costados, simbolizaba su timidez. Yo le decía el hombre sin rostro, no tenía expresividad. Siempre tenía la misma cara, la misma expresión, sin importar la felicidad, la tristeza o el enojo. 
Lo amo demasiado y gracias a él, tengo lo que más amo en el mundo. A ustedes. 
Esta vez me acosté con mis hermanos en la cama, estábamos los cuatros juntos, estábamos bastante apretados. Hace mucho tiempo que no les leía un cuento. Hoy no quise elegir un cuento, siempre les leía los mismos, ya me los acordaba de memoria y creía que los iba a aburrir. Solo quería contarles una historia, en la cual yo era el protagonista. 
<<Después de hacer dormir a mis tres hermanos, tomaba mi carpeta y comenzaba a estudiar, a pesar de que sea de madrugada, seguía estudiando tratando de que no me venza el sueño. Mucho no me gustaba estudiar, pero me gustaba quedarme leyendo porque me sentía protegido, había alguien que sobrevolaba por la habitación, tratando de que no lo viéramos, pero yo lo sentía. Me hablaron mucho de él, su cara de enojado, su ceño fruncido y su cara de enojado. Yo podía ver sus alas y pude ver su famosa sonrisa, esa sonrisa inocente, mientras volaba, nos miraba y nos sonreía, siempre sonreía>> 
- ¿Quién es el que vuela? -pregunto mi hermano más chiquito. 
-Es el hombre sin rostro. 

martes, 9 de enero de 2018

El abogado


Agostina estaba encerrada en su habitación, hace diez horas que se encontraba atrincherada en su casa. La policía esperaba afuera con una orden de arresto. 
El juez Carboni reunió las pruebas necesarias para encarcelarla, un título trucho, lavado de dinero y ciento de denuncias de mala praxis, distintos allanamientos en su consultorio y computadoras secuestradas, en las cual se encontró toda la documentación persistente. 
Agostina Inzua hija del reconocido empresario Iñaki Inzua, el cual se dedicaba a la fabricación de vinos. Su hija con veinte siete años se había recibido de cirujana plástica, la cual ejercía en su consultorio llamado Beautiful. Beautiful era el consultorio más conocido de la Argentina, a cinco años de su inauguración, era el centro más popular de la Argentina. 
Agostina se volvió una de las mujeres más famosas y más influyentes sobre las mujeres, todas querían ser como ella. Su rostro estaba en todas las portadas de las revistas, todos los programas de televisión la entrevistaban y en internet era la mujer más buscada. Era una mujer que fomentaba la implementación de las cirugías, alzaba la bandera de las intervenciones y de las agujas, su discurso acaparaba a miles de jóvenes y era muy influyente sobre ellas. Siempre declaro lo difícil que fue su adolescencia, las cargadas y el bullying la marcaron mucho. Por eso decidió comenzar a operarse. Primero empezó con un pequeño lifting en las cejas, después siguieron los pómulos, luego los senos y así consecutivamente, hasta llegar a ochenta operaciones, convirtiéndose en la mujer con más operaciones en el mundo. 
-¿Por qué no se puede encontrar la perfección? Si lo podemos pagar, chicas vengan a Beautiful –declaro Agostina en la inauguración de su centro de atención. 
Hace dos meses había culminado su relación sentimental con Stefano Del Campo, hijo del vicepresidente de la Nación. Estuvieron de novios durante siete años, tenían pensado formar una familia y radicarse en Miami, pero nada prospero. Muchos dicen que hubo terceros en discordia, pero este rumor fue desmentido por las dos partes e incluso declararon que su separación fue en buenos términos. 
Los medios de comunicación comenzaron a rodear la casa de Agostina, era la noticia más importante del día, la mujer más reconocida del país estaba atrincherada en su casa, la policía aguardando llevársela a la cárcel y toda la televisión expectante. 
Agostina estaba muy nerviosa, no sabía cómo actuar. Ya habían pasado siete horas, mucho tiempo no le quedaba, tenía que cambiar de estrategia. No paraba de mandar mensajes y de llamar, en la desesperación decidió llamar a su ex. Este último le negó la ayuda, alegando que su papá estaba muy ocupando remplazando al presidente en sus vacaciones. 
Un llamado inesperado llego a su celular, era su padre. Iñaki le indico que había contratado a Fernando Sartorio, el mejor abogado del país. Este último era valorado por su inteligencia, su picardía y la implementación de estrategias tan extravagantes como extrañas. Su último trabajo había sido la épica de haber salvado de la cárcel a Luis Martin, intendente de La Plata. El cual fue encontrado con quinientos mil millones de pesos, los cuales provenían de la obra pública, en una maniobra de corrupción. Sartorio argumento que el intendente sufrió un brote psicótico producto de una violación que sufrió de niño y que el dinero que tenía, lo iba a donar a una fundación. A través de esta historia tan creíble como ficticia, el juez le otorgo la prisión domiciliaria. 
Diez minutos después de haber cortado con su padre, Fernando Sartorio ingreso al interior de la casa por una puerta trasera. 
- ¿Agostina? -pregunto el abogado cerrando la puerta. 
Agostina salió corriendo y le dio un abrazo. 
-Estoy desesperada. 
-Tranquila, tranquila. Para eso estoy acá –dijo Fernando abrazándola. 
Agostina se largó a llorar desconsoladamente. 
-¿Hablaste con alguien? -pregunto el abogado. 
Agostina se sentó en su cama y tomo su celular. 
-Hable con mi papá, con mis amigas y con...llame a, lo llame a mi ex. 
- ¿Del campo? -pregunto Fernando sentándose en la cama. 
-Si, lo llame. Pero no me quiso ayudar –contesto Agostina tirando su celular en la cama- Cuando pase todo esto, lo quiero hundir a ese hijo de puta. 
-Quédate tranquila, Agostina. ¿Con la prensa hablaste? 
Agostina negó con la cabeza. 
-Perfecto, eso nos va a dar tiempo –dijo Fernando levantándose. 
-Yo no quiero ir a la cárcel, hace lo que tengas que hacer –pidió Agostina. 
Fernando se sentó en una silla, se desabrocho el saco y apoyo su mano en la mesa. 
-Tenes amigos en la prensa, ¿no? 
Agostina afirmo con la cabeza. 
-Necesitamos hablar con ellos –dijo Fernando. 
Luego de quince minutos, tres hombres ingresaron por la puerta trasera. Uno era el periodista del programa "La búsqueda", otro era la productora del programa "Pantalla", programa de chimentos número uno de la televisión y, por último, el fotógrafo de "Selfie". 
-Bueno, los reunimos aquí para contarles la realidad, lo que en verdad está ocurriendo. Necesitamos de la ayuda de ustedes –explico Fernando delante de todos. 
Los tres escucharon atentamente. 
-Ahora les voy a mandar una foto, esto ocurrió ayer anoche en un boliche. Este que ven ahí, es Fausto hijo del juez Carboni. El la golpeo salvajemente. Es mentira que esta atrincherada, esta dolida y tiene vergüenza de mostrar su rostro. 
Los tres se sorprendieron al escuchar esta versión, la cual desconocían. 
-Por favor, saquen le una foto –pidió Fernando. 
El fotógrafo se acercó hacia la habitación y le saco una foto. 
-Por favor, Flor. Veni un segundo –dijo Fernando yéndose hacia un costado. 
Florencia se acercó a Fernando. 
-Tengo una bomba para tu programa –dijo Fernando hablándole al oído. 
Agostina abrió su computadora y leyó la noticia de "La búsqueda", la estrategia del abogado ya estaba en marcha y se estaba replicando por todo el internet. 
-Hola –dijo Fernando hablando por su celular. 
-Sos un hijo de puta, estas jugando sucio. 
- ¿Quién habla? -pregunto Fernando irónicamente. 
-Con mi hijo no te metas, te estas metiendo en un lugar peligroso. 
-Me está amenazando, ¿señor juez? 
-Espero no volvértelo a repetir. 
-Solo estoy defendiendo a una mujer que fue golpeada –dijo Fernando- ¿Ahora te volviste bueno? ¿Queres meter presa a la mujer más famosa del país? Eso va a traer consecuencias. 
-Te voy a destruir, basura. 
-Que pase una buena noche juez Carboni. 
Ya eran las diez de la noche, horario en el cual comenzaba la búsqueda, programa conducido por Pedro Vázquez. Este último abrió su programa con la noticia de Agostina Inzua. 
-Buenas noches, como todos sabrán hoy a la mañana el juez Carboni, dictamino el pedido de arresto contra Inzua Agostina, la mujer más importante del país. 
-Agostina fue denunciada por poseer título de cirujana plástica trucho, lavado de dinero y cientos de clientas la denuncian por mala praxis. 
-Agostina es hija del empresario más importante de la Argentina. 
-Hoy manteníamos la información de que Agostina, estaba atrincherada en su casa impidiendo que la policía entrase. Pero a la tarde descubrimos esta foto, por favor señor director. 
-Al que vemos en esta imagen es Fausto Carboni, hijo del reconocido juez de la nación. Podemos ver claramente como la golpea, produciéndole innumerables marcas en el rostro. 
-Así que Agostina no está atrincherada, Agostina esta avergonzada por como quedo su rostro. 
-Siendo las diez y media de la noche, estamos en condiciones de confirmar una noticia. Es muy fuerte, va a cambiar el rumbo de la historia sobre Agostina. 
-Agostina, tendría un atraso. Estaría embarazada y el padre, el padre seria...Stefano Del Campo. Hijo del vicepresidente. 
-En el interior de la casa, se encuentra nuestra productora Florencia, la cual la está acompañando en este momento tan difícil. Lo que podemos confirmar a esta hora, siendo las diez y cuarenta y cinco, es que Agostina se está haciendo el test de embarazo. 
El abogado estaba sentado en la cama junto a Agostina, los dos estaban mirando atentamente la televisión. Su celular comenzó a sonar, se levantó y lo atendió. 
- ¿Quién habla? 
-Marcos Del Campo, vicepresidente de la nación. 
- ¿O? ¿presidente? -pregunto Fernando. 
-Me estas complicando la vida, hay que parar con todo esto. Tengo a todos los medios llamándome -dijo Marcos 
-Mi trabajo es hacer justicia. 
- ¿Qué queres? 
-Se de su enemistad con el juez Carboni, necesitaría...que levante la orden y que Agostina, no vaya presa –pidió Fernando. 
-Es un pedido muy complicado –contesto Marcos. 
-Como usted quiera. 
-Está bien, está bien. Lo voy a hacer, pero vos frena todo esto. 
-Perfecto, favor por favor. Señor presidente –dijo Fernando sonriente. 
Pedro Vázquez seguía al aire con su programa, hacía más de diez horas ininterrumpidas cubriendo la noticia de Agostina. 
-Siendo las cinco de la mañana seguimos en la casa de Agostina, la policía sigue esperando afuera y hay ciento de mujeres agolpadas en la puerta de su casa, con carteles en sus manos. A esta hora la noticia es que el juez Carboni, habría levantado la denuncia y no iría a la cárcel 
-Vamos urgente al móvil, es inminente la salida de Agostina. Ahí se abrió la puerta, está saliendo. Vamos al móvil. 
Agostina salió con lentes oscuros, con una capucha en su cabeza y fue rápidamente a su auto, sin responder una pregunta. 
-AGOSTINA. 
-AGOSTINA 
-AGOSTINA. 
Fernando su abogado se paró enfrente de los periodistas y respondió algunas preguntas. 
-Agostina, está muy conmocionada y no puede contestar ninguna pregunta. Solo me dijo que le agradece, a todas las mujeres que se acercaron. 
- ¿Está embarazada? 
-No puedo contestar esa pregunta. 
- ¿Se hizo el test de embarazo? 
-Si, se lo hizo. No puedo decir el resultado porque no lo sé, pero la llegada de un hijo es una bendición –dijo Fernando. 
- ¿Se levanto la denuncia? 
-Por suerte, sí. Era una injusticia, una denuncia inventada que casi llega a una persona tomar la decisión de abortar –dijo Fernando- Creo que como sociedad nos debemos una charla sobre el aborto. 
- ¿Qué va hacer, Agostina? 
-Ahora vamos a ir a la clínica para realizarse diferentes estudios y luego nos presentaremos en la justicia, porque no tenemos nada que esconder –dijo Fernando- Chau, muchas gracias y les agradezco como trataron el tema. 
El abogado de Agostina abandono a los periodistas y se dirigió hacia el auto. Al sentarse junto a Agostina, el chofer comenzó a manejar. 
-Muchas gracias, me salvaste la vida –dijo Agostina sacándose los lentes. 
-No fue nada...soy abogado. 

martes, 2 de enero de 2018

La cerredura


El mounstro entro. Se acerco hacia nosotros, el ruido de sus zapatos retumbaba en nuestros oídos, su rostro adusto y su cuerpo erguido. El la agarro a ella, la sujetó del pelo y la tiro al piso, desde allí la arrastro hasta la habitación de al lado. Sus gritos se escuchaban en toda la casa.
Solo me acerque y mire por la cerradura, el mounstro estaba arriba de ella. Esta última luchaba para escaparse, mientras sus prendas se rompían y se caían al suelo.

Ella me estaba atando las zapatillas, Camila. Camilita como me gustaba decirle a mí, ella es mi hermana mayor. De chiquitito le decía Camilita y nunca deje de decírselo, a pesar de que sea más grande, siempre va a ser mi hermanita.
Con los cordones bien atados me baje de la cama, Camilita me esperaba con los brazos abiertos. Solo nos quedaba comenzar a jugar. Todas nuestras tardes la pasábamos jugando, solo nosotros dos, solos en nuestra habitación. Nuestra rutina la conocíamos de memoria, primero jugábamos a las escondidas, después jugábamos con los muñecos, después saltábamos en la cama y por último me leía un cuento.
Luego de haber hecho el sorteo, Camilita comenzó a contar. Al escuchar el primer número fui corriendo a esconderme. Con sus ojos tapados dijo: -Ahí voy. Me había escondido a dentro del placard, lugar que estaba prohibido. Si había o si existía un libro de reglas, estaría totalmente prohibido esconderse en el placard. Camilita me había explicado varias veces, los problemas que implicaba esconderse allí. Pero no le hice caso. Sabía que siempre debía hacerle caso, pero esta vez quería hacer una pequeña travesura, cualquier nene de ocho años me entendería.
Comenzó a buscarme por toda la habitación, busco en los escondites que siempre usaba, pero no me encontraba. Había abierto un poco la puerta del placard para ver, la sonrisa todavía estaba en su rostro, estaba concentrada buscándome, yo solo la observaba.
Pasaron diez minutos y la sonrisa se había borrado, comenzó a gritar mi nombre desesperadamente, esperé unos segundos y luego salí del placard con una gran sonrisa. Camilita se enojó mucho y me pego una cachetada en la cara. Me recrimino que me haya escondido allí, me comento lo mucho que se enojó y me recordó que estaba totalmente prohibido, esconderse en el placard. Recito todas las consecuencias que traía esconderse en el placard y concluyo con una advertencia: -No lo vuelvas hacer o vas a ver.
Llego el momento de jugar con los muñecos, ella tenía una muñeca de tela bastante destruida, yo tenía un par de soldaditos lo cuales los cuidaba y los atesoraba mucho. Siempre jugábamos que los soldados enfrentaban a los mounstros y salvaban al mundo. Ella era nuestra mamá que nos esperaba en la casa, con la comida preparada. Después de "salvar al mundo" guardábamos los muñecos y cada uno, se sentaba en su cama. Después de contar hasta tres comenzábamos a saltar y a saltar. Los dos nos miramos y comenzamos la cuenta regresiva con nuestros dedos, cuando el ultimo dedo subía, instantáneamente comenzábamos a saltar sin parar. Mientras nos elevábamos hacíamos muecas con nuestras caras. Ella aterrizo primero en la cama y comenzó a reírse, yo seguía saltando, era algo que me gustaba mucho.
Los ruidos de sus zapatos comenzaron a escucharse, era un sonido que no podíamos olvidar, ni confundirnos. Era ese ruido que nos producía miedo, escalofríos y representaba nuestras peores pesadillas.
Camilita me pidió que bajara despacio y que no haga ningún tipo de ruido. Los dos nos acostamos en la cama y en silencio nos tomamos de la mano. El sonido de sus zapatos se fue alejando de la puerta, el mounstro se estaba yendo. Eso nos hacía entender que nos quedaba poco tiempo, solo unos minutos para seguir jugando.
Yo me quede en la cama y Camilita fue a buscar un libro, mi libro favorito. Caperucita roja. Me encantaba esta historia.
-La niña caminaba tranquilamente por el bosque, cuando el lobo la vio y se acercó a ella –leyó Camilita.
El mounstro entro. Se acerco hacia nosotros, el ruido de sus zapatos retumbaba en nuestros oídos, su rostro adusto y su cuerpo erguido. El la agarro a ella, la sujetó del pelo y la tiro al piso, desde allí la arrastro hasta la habitación de al lado. Sus gritos se escuchaban en toda la casa.
Solo me acerque y mire por la cerradura, el mounstro estaba arriba de ella. Esta última luchaba para escaparse, mientras sus prendas se rompían y se caían al suelo.