martes, 14 de noviembre de 2017

Muñequitas de cristal

Era sábado por la tarde, la primavera ya se hacía presente, el sol comenzaba a calentar y las flores empezaban a florecer. Era un hermoso día, era uno de esos días para salir a pasear, para acostarse en el pasto de alguna plaza, para escuchar música en la vereda o tomar una cerveza fría. Pero mi día no era tan bello de cómo se veía por la ventana, no iba a ejecutar ninguno de esos planes, necesitaba estar encerrada, necesitaba acomodar mis ideas, mis pensamientos. Tarea difícil corregir la psiquis femenina, pero ese era mi plan para este hermoso sábado. 
Ya había pedido helado, crema americana y granizado eran mis únicos salvadores, en esta tarde depresiva. Cuando una mujer pide helado algo no está bien, es un signo más que notorio para comprender, que las cosas no están bien. Solo hay que respetar el momento y tratar de no hablar, porque puede ser más explosivo que una bomba molotov. Pero si al helado le sumamos, una jornada completa de Nicolas Spark ósea pelis románticas, hay una desilusión amorosa importante, un fracaso con respecto a cupido que no va a poder superar. Solamente quería acostarme en mi cama, comerme mi helado y disfrutar/llorar películas como: El diario de Noah, Un lugar donde refugiarse, Cuando te encuentre, El viaje más largo, Querido John, En nombre del amor. Ya estaba acostada en mi cama con el control en mi mano, con un paquete de pañuelos a un costado y en ese momento golpearon la puerta, Me levanté y abrí la puerta, era el delivery. 
- ¿Cuánto te debo? -pregunté yo. 
-Son ciento ochenta pesitos, linda –contesto el con una gran sonrisa. 
Agarré mi billetera y le di la plata. 
-Quédate con el vuelto. 
-Bueno gracias, linda –dijo el agarrando la plata- Ahora estoy libre, que te parece si vamos con mi motito y nos quedamos en una plaza. ¿Te va, linda? 
-Soy lesbiana, boludo –dije yo cerrándole la puerta en la cara. 
-No importa, no soy celoso. Soy muy open mai, vamos los tres, linda. 
Me acerqué por la ventana y con mi dedo índice, le hice fack you. El macho cabrío golpeado en su orgullo, se fue en su pedorra motito. 
-Hoy te convertís en héroe –le dije al pote de helado, mientras acomodaba la cama. En ese momento volvieron a tocar la puerta, me levanté de la cama y fui a abrir. 
-Hola hermosa –dijo un hombre vestido de bombero. 
-Hola... ¿nos conocemos? -pregunte yo sin comprender la situación. 
-No, pero ya nos vamos a conocer. 
-Si venís por una rifa, decime cuanto es y te pago –dije yo apoyada a la puerta. 
-No vengo por ninguna rifa, vengo por ti –dijo el bombero levantando las cejas. 
-Me parece que te estas confundiendo. 
-Soy Roberto "la manguera de plomo". Vos me contrataste para un servicio –dijo el bombero. 
- ¡Ah no!, es mi vecina. Ella es la pervertida –dije yo indicándole con la mano. 
Mi vecina, se acercó a la puerta con un sugerente atuendo. 
- ¡Roberto! 
-Disculpe la molestia, que tenga un buen día señora -dije el bombero yéndose para lo de mi vecina. 
Cerré la puerta y me quedé pensando. 
-Encima me dice, señora -dije yo agarrándome la cabeza- ¡Que buen día! 
Volví a la cama, el pote de helado estaba ahí solo esperándome, lo abrí y estaba medio derretido, me levante y lo guarde en el frezzer, Mientras volvía a la cama, me golpee el dedo chiquito contra un viejo cajón, con dolor lo agarre y lo puse en mi cama. Allí a dentro había muchas cosas, cosas muy viejas. Eran todos recuerdos, fotos, ropas, perfumes y almohadones. Levantando un par de libros, encontré en el fondo unas muñequitas, eran dos muñequitas de cristal, estaban llenas de polvo y tenían algunas telarañas. Las sople, se las quite y me quede mirándolas, enseguida me puse a llorar. Esas muñequitas las tenia de los dieciséis años, edad en la que mi vida cambio para siempre, en la que me marco para siempre. Hacia veinte años que no veía estas muñequitas, justó hoy aparecieron, en el día más triste de mi vida, ¿fue casualidad o causualidad? O quizás, el destino me estaría dando una señal. En ese momento golpearon la puerta, dejé las muñequitas en la cama y fui a abrir. 
- ¿Belén? -pregunte yo totalmente sorprendida. 
Belén parada en la puerta con su vestido de novia, me miro, sonrió y me dio un fuerte abrazo. 
- ¿Qué haces, acá? ¿Estas loca? -pregunte yo mientras la abrazaba. 
Belén se separó un segundo, sonrió con su gran sonrisa y me dio un beso. 
-Te amo, Belén Camila –dije yo mirándola a los ojos. 
-Te amo, Sofia Macarena –dijo Belén sonriendo. 
-Pero... ¿Qué paso? -pregunte yo. 
-Nada, solo escuche mi corazón, lo escuche por primera vez y le hice caso. 
-Y tu corazón, ¿Decía mi nombre? -pregunte yo. 
-Decía varios nombres y creo que decía tu nombre, pero no estoy segura –dijo Belén entre risas. 
-Que malvada –dije yo dándole un abrazo. 
Belén me siguió abrazando, giro su cabeza y miro la cama. 
- ¿Esas son las muñequitas? -pregunto Belén. 
Asentí con la cabeza, Belén se soltó de mí y tomo las muñequitas. 
-Son. Son las mismas –exclamo Belén. 
-Son las mismas, te acordas ¿no? -pregunte yo. 
-Como no me voy a acordar, teníamos dieciséis años, vos me la regalaste cuando falleció mi vieja –dijo Belén mirando la muñequita- El peor momento de mi vida. 
Me acerque a ella y le agarre la mano, en ese momento volvieron a golpear la puerta. 
-Es Fernando, tu papá -dije yo mirando por la ventana. 
- ¿En serio? -pregunto Belén. 
-Anda al baño -le pedí yo. 
Belén me dio un beso y se fue corriendo al baño. Me despeiné todo el pelo y abrí la puerta. 
-Hola Sofia –dijo Fernando. 
-Hola Fernando –dije yo. 
- ¿Estas bien? -pregunto Fernando. 
-Si, lo que pasa es que estoy con un chongo -contesté yo apoyada en la puerta. 
- ¿Sabes algo de Belén? 
-No, no. ¿Por qué? ¿Hoy no se casaba? 
-Si sabes algo, llámame –dijo Fernando yéndose. 
Asentí con la cabeza y cerré la puerta, Belén estaba riéndose desde la puerta del baño. 
- ¿De qué te reis? -pregunte yo. 
- ¿Un chongo? -repregunto Belén riéndose. 
Me cruce de brazos y me quede mirándola. 
- ¿Qué vamos hacer con tu viejo? -pregunte yo. 
-No me interesa tu viejo, yo te quiero a vos y quiero estar con vos. No me importa lo que piensan los demás –contesto Belén. 
-Pero...tengo miedo. 
Belén se acercó y apoyo sus manos sobre mis labios. 
-No digas eso, mucho tiempo esperamos este momento. Estas muñequitas fueron testigos del principio, del principio de nuestro amor. 
La escuché y agaché la cabeza, mirando al piso. 
-Siempre fuimos dos muñequitas de cristal, bailando en una cajita. Es el momento de salir y enfrentar la vida. 
-Tengo miedo de que se rompa –dije yo preocupada. 
-Si, se rompe, juntamos los pedacitos y lo arreglamos. 
Solo me quede mirándola, me había sacado una sonrisa. 
-No es de mala suerte, ¿ver a la novia? -pregunte yo sonriendo. 
- ¿Así voy a pasar mi noche de bodas? -repregunto Belén. 
-Tengo helado -contesté yo. 
Belén super feliz, vino corriendo y me beso.

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